01 diciembre, 2011

Creación de atmósferas

Fotoilustración digital de carácter poético: Arturo Ávila Cano. Noviembre de 2011

Esta imagen la elaboré con fotografías tomadas del internet. Es un ejercicio de edición digital fundamentado en las ideas de Joan Fontcuberta sobre los préstamos de imágenes para resignificarlas y elaborar otro producto comunicativo. Así que al sumergirnos en la sobreabundancia de imágenes en la red de redes, hicimos una búsqueda partiendo de una idea precisa. Queríamos un rostro con carácter, una ventana antigua y un paisaje con cielo nublado.

El rostro que tomé prestado es del dramaturgo y poeta irlandés Samuel Beckett. El premio nobel tenía un rostro sumamente expresivo, surcado por grandes y profundos pliegues que le otorgaban seriedad y carácter. Las otras imágenes las encontré en otros sitios de la red, y prometo buscar a los autores para darles el crédito correspondiente. En fin, este es el resultado. Espero les agrade.




28 noviembre, 2011

Discurso de Fernando Vallejo en la recepción del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances

 Fernando  Vallejo y Consuelo Sáizar, directora de CONACULTA, sostienen el reconocimiento que la FIL de Guadalajara entregara al escritor. Fotografía de Marte Merlos bajo derechos de la Universidad de Guadalajara

Fernando Vallejo, nacido en la mítica ciudad de Medellín, departamento de Antioquia, en la bella Colombia, fue homenajeado en la más reciente edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. A Vallejo se le admira por su prosa, pero también por sus polémicos e incendiarios discursos que incomodan hasta aquelas personas que le tienen aprecio y que lo invitan a recibir distinciones, condecoraciones o premios de distíntan índole.

Yo me acerqué a la obra de Vallejo gracias a mi amigo Juan Manuel Vázquez y a mi hermosa Mónica Márquez. Con ella conocí Medellín y recorrí algunos lugares de los cuales habla Fernando en La Virgen de los Sicarios y en El desbarrancadero

El sábado pasado, 26 de noviembre por la mañana, en medio de un frío agreste, me senté en la sala de mi depto, con un tintico de por medio, a escuchar las palabras que dirigió Fernando Vallejo al recibir el premio FIL de Literatura 2011. El discurso me fascinó por su dureza, por su honestidad, por el ritmo, porque en esas palabras habitaba el Fernando deslenguado al que admiro. Arremetió como es su costumbre contra esa institución caduca llamada iglesia católica y contra sus absurdas políticas, arremetió contra la mafia del PRI y contra la estupidez del PAN-Gobierno, sobre todo contra ese personaje que comenzó creyéndose un gallo y terminó por rebuznar en todos los salones de los Pinos, y quería seguir rebuznando porque deseaba que su pavorreal ejerciera el cargo de primera dama, ese pavorreal que se creía Evita para amar a sus descamisados de México.

 El escritor colombiano Fernando Vallejo durante su discurso al recibir el Premio FIL 2011 en Guadalajara, México, sábado 26 de noviembre. © FIL / Marte Merlos

Aún no termino de leer las versiones que sobre el discurso de Vallejo publicara la prensa al día siguiente, pero me llama la atención la "pureza" de los comentarios de algunos foristas de La Jornada, que no sé que leyeron o escucharon. Vaya dogmatismo en sus posturas. ¿En qué parte del discurso se mencionó a Obrador? ¿Por qué afirman que Vallejo es neoliberal y panista? No olvidemos que mucha gente votó en el 2000 para sacar al pri del poder. ¿Por qué satanizarlos? ¿Acaso porque no votaron por nuestro gallo? 

Mejor pasemos al discurso íntegro de Fernando Vallejo, y lo publico así, en versión estenográfica gracias a que el personal de la FIL lo publicó así en su página electrónica, y porque creo que es un buen documento para conocer a este gran escritor colombo-mexicano.


Como este acto se encamina a su final y ya queda poco tiempo, les diré brevemente que me siento muy honrado por el premio que me dan; que no pienso que lo merezca; que este diploma lo guardaré en mi casa con orgullo; y que los ciento cincuenta mil dólares que lo acompañan se los doy, por partes iguales, a dos asociaciones caritativas de México: los “Amigos de los Animales”, de la señora Martha Alarcón de la ciudad de Jalapa; y los “Animales Desamparados”, de la señora Patricia Rico de la ciudad de México. En mi encuentro del lunes con los jóvenes universitarios que tendrá lugar en esta misma sala, se los entregaré a las señoras.

Habría preferido que esos dólares se los hubiera dado la FIL directamente a ellas sin pasar por mí, porque cuando tomo dinero me tengo que lavar las manos, pero no pudo ser por razones burocráticas. Eso de la lavada de las manos es una manía que me viene de la infancia, de la educación familiar. Cada que cogíamos una moneda, mi mamá nos decía: “Vaya lávese las manos m’hijo, que tocó plata”. (Allá a los niños les hablan de “usted”.) De unos niños educados así, ¿qué se podía esperar? Puros pobres. Me hubieran educado en la escuela del PRI, y hoy estaría millonario. ¡Pero qué iba a haber allá PRI! Medellín era una ciudad encerrada entre montañas, lejos del mundo y sus adelantos. Y mi mamá viendo microbios por todas partes como si fuera bacterióloga. No. Era una señora de su casa entregada a la reproducción como quiere el papa, una santa. ¡Cómo la hicimos sufrir! Muy merecido. ¡Quién la mandó a tener hijos!

De México supe por primera vez de niño, una noche de diciembre próxima a  la navidad, lo recuerdo muy bien. Estábamos  en el corredor delantero de Santa Anita, la finca de mis abuelos, con mis abuelos, rezando la novena del Niño Dios. Entonces éramos pocos, cinco o seis, aunque después fuimos muchos. Mis papás tenían instalada en Medellín una fábrica de niños: niños carnívoros que alimentaban con costales de salchichas, unos demonios, unas fieras, todos contra todos, mi casa era un manicomio, el pandemónium. El papa, Pío Doce, les mandó de Roma un diploma que un vecino nos compró en la Via della Conciliazione con indulgencia plenaria (que costaban más), para que se fueran los dos derechito al cielo sin pasar por el purgatorio por haber fabricado tanto niño que se les habrían de reunir todos allá a medida que el Señor los fuera llamando. ¡Qué nos iba a llamar! Nos hemos ido yendo de uno en uno a los infiernos y el que nos llamó fue Satanás.

            Santa Anita estaba entre los pueblos de Envigado y Sabaneta, en la mitad de la carretera que los une, a ocho kilómetros de Medellín, lejísimos. Hagan de cuenta saliendo de la Ciudad de México camino de Tlanepantla. Teníamos que ir en carro, en el Ford de mi papá. Si no, habríamos podido ir en burro: en la burrita de la canción de Ventura Romero: “Arre que llegando al caminito, achimichú, achimichú. Arre que llegando al caminito, achimichú, achimichú”. Tarata tata tara tara tata tata tara tara tata tata tara tata tá. “¡Burra! ¡Burra! Ya vamos llegando a la Mesa de Cacaxtla. ¡Burra! Arre que llegando al caminito, achimichú, achimichú a mi burrita y aunque vaya enojadita porque no le di su alfalfa porque no le di su máiz”. ¡Qué raro! También en Antioquia decíamos “máiz”! Antioquia es hagan de cuenta Jalisco. El disco de la burrita lo trajeron mis papás de México esa noche. En setenta y ocho revoluciones que era los que había entonces. Una aguja gruesa iba de surco en surco tocándolos (los surcos que abrían en la tierra las yuntas de bueyes roturando los campos de Sayula hace cien años, cuando pasó por aquí mi paisano el poeta Porfirio Barba Jacob), y de tanto tocarlos uno los discos se rayaban y la aguja se atascaba en el rayón, y seguía tocando lo mismo, lo mismo, lo mismo. “Pobrecita mi burrita ya no quiere caminar, da unos pasos p’adelante, otros pasos para atrás…” El disco me sigue resonando desde entonces, atascado, en mi corazón rayado.

Venían de México por el camino de entrada de Santa Anita en dos carros, con los faros rompiendo la oscuridad. Pero en el corredor nosotros no estábamos a oscuras, no: iluminados. ¡Cómo íbamos a rezar a oscuras la novena del Niño Dios! Además en Medellín ya había luz eléctrica. Yo seré viejo pero no tanto. Yo soy posterior al radio y al avión. El que sí me tocó ver llegar fue el televisor, la caja estúpida. Estaban también encendidas esa noche las luces del pesebre, el nacimiento, donde nacía en lo alto de una montaña el Niño Dios. Lucecitas verdes, rojas, azules, amarillas, de todos los colores. Nos íbamos ya a dormir cuando llegaron. Venían cargados de juguetes. Maromeros de cuerda que daban volteretas en el aire… Jeeps con llantas de caucho, o sea de hule… Sombreros de charro para niños y para viejos… Una foto de mis papás en La Villa manejando avión. 

Las trescientas sesenta y cinco iglesias de Cholula. Un tren eléctrico. La Virgen de Guadalupe. Pocas veces he visto brillar tan fuerte, enceguecedora, la felicidad. Y con el disco de Ventura Romero de la burrita traían, en el álbum de las maravillas, a José Alfredo Jiménez y a Rubén Méndez: “Ella”, “Pénjamo”, y ese “Senderito” que me rompe el alma cantado por Alfredo Pineda, que fue el que amó Medellín. Y al más grande de todos, Fernando Rosas, de Jerónimo de Juárez, Estado de Guerrero, el de la “Carta a Eufemia”: “Cuando recibas esta carta sin razón, Ufemia, ya sabrás que entre nosotros todo terminó, y no la des en recibida por traición, Ufemia, te devuelvo tu palabra, te la vuelvo sin usarla, y que conste en esta carta que acabamos de un jalón”. ¡Muy bien dicho, tocayo, a la China con la méndiga! El fraseo perfecto, la dicción perfecta, y eso que mi tocayo era de Guerrero y cuando hablaba no podía pronunciar las eses. Y las trompetas burlonas detrás de él haciendo jua, jua, jua, en el registro bajo, riéndose de mí y del mundo, y detrás de ellas punteando, 
siguiéndolas como unos gordos cojos, los guitarrones: do, sol; do, sol; do, sol. Tónica, dominante; tónica, dominante; tónica, dominante. Sólo eso van diciendo, pero sin ellos no hay mariachi, como sin muerto no hubo fiesta.
¡Ah se me olvidaba Chava Flórez, el compositor, el genio de los genios, amigo de mi tocayo Fernando Rosas! Juntos echaron a rodar por el mundo “Peso sobre peso”, la canción más burlona: “Mira, Bartola, ái te dejo estos dos pesos. Pagas la renta, el teléfono y la luz. De lo que sobre, coges d’iái para tu gasto. Guárdame el resto pa comprarme mi alipús”. Ta ra ta ta ta tán. Ésa era la que le cantaba todavía a México el PRI cuando llegué de Nueva York hace cuarenta años. Y se la siguió cantando otros treinta, hasta ajustar setenta, cuando los tumbó mi gallo. ¡Qué noche tan inolvidable aquella cuando lo dijeron por televisión! Tan esplendorosa, o casi, como la de la finca Santa Anita de que les he hablado. Fernando Rosas murió joven, una noche, allá por 1960, en Acapulco. Lo mataron por defender a un borracho al que estaba apaleando la policía. Fernando Rosas, tocayo, paisano, te mató la policía de Acapulco, los esbirros del presidente municipal. La siniestra policía del PRI, semillero de todos los cárteles de México.

Mi gallo era un gallo con botas. No bien subió al poder y se instaló en los Pinos, se infló de vanidad y se transformó en un pavorreal, y el pavorreal en un burro, y la quimera de gallo, pavorreal y burro empezó a rebuznar, a rebuznar, a rebuznar, día y noche sin parar, hasta que ajustó seis años, cuando se le ocurrió, como a Perón con Evita o con Isabelita, que podía seguir rebuznando otros seis a través de su mujer. No se le hizo, no pudo ser. Hoy de vez en cuando rebuzna, pero poco, y lo critican. ¡Por qué! Déjenlo que rebuzne, que se exprese, que él también tiene derecho. Yo soy defensor de los animales. Yo quiero a los burros, a los pavorreales, a los perros, a los gallos. Cuando estoy cerca de ellos se me calma unos instantes el caos de adentro y creo sentir lo que llaman la paz del alma.

Yo venía pues de Nueva York, una ciudad de nadie, un hormiguero promiscuo que nunca quise, y de un país que tampoco, plano, soso, lleno de gringos ventajosos y sin música. Los anglosajones no nacieron para la música: se enmarihuanan y con una guitarra eléctrica y un bombo hacen ruido. Mi primera noche en México, en la plaza Garibaldi, ¡cómo la voy a olvidar! Cien mariachis tocando cada cual por su lado en un caos hermoso. Todo lo que tocaban me lo sabía. Y más. Yo sabía de boleros y rancheras lo que nadie. Entré al Tenampa. ¿La hora? Diez de la noche. Me sentía como un curita de pueblo tercermundista entrando al Vaticano por primera vez, y que se arrodilla para comulgar. Yo también comulgué, pero con tequila. Desde un mural de una pared enmarcado por unos tubos fluorescentes de colores me miraba José Alfredo, y en la noche del Tenampa brillaba el sol de México. “¿Qué más va a tomar, joven?”, me preguntó el mesero. “Otro”. Entonces sí estaba joven, pero hoy me siguen preguntando igual: “¿Qué va a tomar joven?” ¡Cómo no va a ser maravilloso un país donde la gente ve tan bien!

Y el amanecer, mi primer amanecer, ¡qué amanecer! Había llegado a un hotelito viejo, pobre, del centro, de altos techos, fresco, de otros tiempos, el más hermoso en que haya estado. Me despertaron las campanas y los gallos. ¿Tañido de campanas? ¿Canto de gallos? ¡Claro, los gallos de las azoteas y las campanas de las iglesias, y el sol entrando por mi ventana! ¡Y yo que venía del invierno de Nueva York donde amanecía a las diez y oscurecía a las cuatro y se me achicaba el alma! Salí a la calle, al rumor envolvente de la calle. México vivo, el del pasado más profundo, el eterno, el mío, el que se ha detenido en mi recuerdo, el de siempre, el que no cambia, el que no pasa, el de ayer. “¿En qué estás pensando, México? ¿A quién quieres para quererlo? ¿A quién odias para odiarlo?” Inescrutable. Ni una palabra. Jamás me contestó. Entonces aprendí a callar. Y han pasado cuarenta años desde esa noche en el Tenampa y ese amanecer en ese hotelito de la calle de Isabel la Católica y esa mañana soleada, y me fui quedando, quedando, quedando, y aquí he escrito todos mis libros y hoy me piden que hable, pero como México calla, yo tampoco pienso hablar. Sólo para decirles que me siguen resonando en el alma unas canciones. 

Yo digo que la muerte no es tan terrible como se cree. Ha de ser como un sueño sin sueños, del cual simplemente no despertamos. Yo no la pienso llamar. Pero cuando llegue y llame a mi puerta, con gusto le abro.

Nadie tiene la obligación de hacer el bien, todos tenemos la obligación de no hacer el mal. Y diez mandamientos son muchos, con tres basta: 

Uno, no te reproduzcas que no tienes derecho, nadie te lo dio; no le hagas a otro el mal que te hicieron a ti sacándote de la paz de la nada, a la que tarde que temprano tendrás que volver, comido por los gusanos o las llamas.
Dos, respeta a los animales que tengan un sistema nervioso complejo, como las vacas y los cerdos, por el cual sienten el hambre, el dolor, la sed, el miedo, el terror cuando los acuchillan en los mataderos, como lo sentirías tú, y que por lo tanto son tu prójimo. Quítate la venda moral que te pusieron en los ojos desde niño y que hoy te impide percibir su tragedia y su dolor. Si Cristo no los vio, si no tuvo ni una palabra de amor por ellos, ni una sola (y búscala en los evangelios a ver si está), despreocúpate de Cristo, que ni siquiera existió. Es un burdo mito. Nadie puede probar su existencia histórica, real. Tal vez aquí el cardenal Sandoval Íñiguez…
Y tres, no votes. No te dejes engañar por los bribones de la democracia, y recuerda siempre que: que no hay servidores públicos sino aprovechadores públicos. Escoger al malo para evitar al peor es inmoral. No alcahuetees a ninguno de estos sinvergüenzas con tu voto. Que el que llegue llegue respaldado por el viento y por el voto de su madre. Y si por la falta de tu voto, porque el día de las elecciones no saliste a votar un tirano se apodera de tu país, ¡mátalo!

A Jorge Volpi le agradezco el dictamen tan generoso que ha leído, y a Juan Cruz sus adjetivos. Querido Juan: ya sé que si hubieras tenido más tiempo me habrías puesto más, siquiera unos quinientos. No importa. Con los que me alcanzaste a dar me conformo.

Algunos amigos vinieron desde muy lejos a Guadalajara a acompañarme. Me siento muy contento de estar hoy con ustedes en esta Feria tan hermosa, que pronto se llenará de niños y de jóvenes, y de haber vuelto a Jalisco, la tierra de Rulfo, donde los muertos hablan.

03 noviembre, 2011

Santa Lucía devino en Lucy

Esta historia la publiqué en una de las bitácoras que he creado para impartir mis clases. La materia en cuestión aborda a la imagen. La retomo y la publico en este espacio amado para dedicársela a Mónica, a Marlen a Juan, y en especial a Lucy, mi madre.

Busto de Santa Lucía en el ex convento de Santo Domingo de Guzmán, Oaxaca. Fotografía: Arturo Ávila Cano, Año 2009
Detalle del busto de Santa Lucía en donde se observa el ojo depositado en una pequeña bandeja. Fotografía: Arturo Ávila Cano. Año 2009.


Por muchos años, tras comprar un libro de la editorial Aperture que comprendía un estudio de la obra de Manuel Álvarez Bravo, una imagen, intitulada Lucy, me causó muchas interrogantes. Al mirar la obra, más allá del aspecto erótico explícito en la fotografía, nos preguntábamos sobre el motivo implícito. ¿Qué llevó a Álvarez Bravo a crear dicha imagen? ¿Por qué la joven con el torso desnudo? ¿Qué es lo que sostiene la joven en las manos? ¿Qué simboismo estaba presente en la obra? ¿Con qué podemos relacionar dicha imagen para aprenhenderla? 

Durante cierto tiempo, con el fin de que mis alumnos conocieran la obra de Álvarez Bravo, utilicé la imagen de Lucy para impartir mis clases de fotografía en Blanco y Negro .Y como sucede con muchas cosas, la imagen en cuestión fue quedando bajo una capa de olvido.

Lucy, de Manuel Álvarez Bravo. Plata sobre gelatina.
 
Acercamiento al histórico busto de Santa Lucía que se encuentra resguardado en el ex convento de Santo Domingo de Guzmán, de la ciudad de Oaxaca, México. Fotografía: Arturo Ávila Cano, año 2009.

Años después, en 2009, al emprender un viaje en solitario a la ciudad de Oaxaca, mientras recorría el impresionante museo del ex convento de Santo Domingo de Guzmán, ubicado en el centro histórico de dicha entidad, me topé con un busto antiguo de Santa Lucía. Observé hipnóticamente la imagen por muchos minutos. La Santa me observaba desde otra época, y yo sentía el peso de esa mirada. Leí la pequeña leyenda que acompañaba el busto histórico, observé la obra a detalle y entonces, en una de las manos de la Santa noté una pequeña bandeja con un objeto que reconocí como un ojo. Se podría afirmar que en una postura platónica la Santa se arrancó los ojos para poder pensar mejor, para que la vista no estorbara sus pensamientos. Otra parte de la leyenda afirma que la Santa fue torturada y los ojos le fueron extraídos por sus captores, celosos de que la Santa no adorara a los dioses paganos y se hubiera entregado a la creencia cristiana. Además, se dice que pese a que los ojos le fueron arrancados violentamente, la Santa seguía observando, en pleno juicio, lo que acontecía a su derredor.

 Juicio de Santa Lucía. Oleo sobre tabla, Lorenzo Lotto. Año 1532

Santa Lucía, Óleo sobre madera. Obra de Domenico Beccafumi. Año 1521

Al reponerme del peso de esa mirada, recordé la obra de Álvarez Bravo. Se dice que el maestro de la fotopoesía vivió en Oaxaca durante muchos años, con la que fuera su primer esposa -gran mujer y una fotógrafa talentosa. Quizás muchos años antes de mi presencia en ese lugar, Don Manuel observó los ojos de la Santa tal como yo lo estaba haciendo en esos momentos. Quizás se dejó subyugar por esa mirada portentosa, por la historia, por la tragedia, por la belleza del busto, Quizás la imagen lo persiguió de manera constante en sus sueños, hasta que al fin, en una tarde de 1986 en su casa de Coyoacán, creó su Lucy.

Sobre ella se afirma que es patrona de los ciegos, débiles visuales, de los niños enfermos y de los pobres. También es patrona de campesinos, electricistas, choferes, afiladores, cortadores, cristaleros y escritores. Su fiesta es el 13 de diciembre. Sin ser cristiano ni mucho menos católico, confieso abiertamente que la historia de Santa Lucía me fascina, me abruma por cuestiones personales. Encontré a mi Santa.

24 octubre, 2011

Ut Photographia poesis



En el verano de 2007, un bloggero argentino de nombre Luis Vence me contactó en esta bitácora para que conociera su obra fotográfica. Las imágenes de este autor se inscribían en lo que él y otros bloggeros de cuyo nombre ahora no me quiero acordar, llamaban Fotopoesía. Con el tiempo fui aproximándome a la obra gráfica de otros artistas que también abordaban el género de la poesía vinculada a la imagen fotográfica, como Juan Bautista Morán y Marlen Vargas.

En el otoño de ese mismo año, logramos exponer en el marco del Festival Fotoseptiembre, una primera muestra de lo que llamábamos Fotopoesía. En esa ocasión se reunió el trabajo de Alejandro Herrera, Marlen Vargas, Juan Bautista Morán, Osselin, Luis Vence y quien esto escribe.

Desde entonces las reflexiones sobre los vasos comunicantes entre la fotografía y la poesía, así como la misma ontología de la imagen fotográfica, fueron objeto de discusión entre varios miembros de ese colectivo efímero. Tras la exposición en México hubo una serie de desaveniencias y malos entendidos que terminaron con el grupo. Posteriormente hubo una exposición en Bogotá, a la cual no fuimos convocados todos los llamados fotopoetas. Esa exclusión burda y sin sentido fue la causante de la ruptura del gremio. Tan sólo Bautista Morán y este sujeto continuamos con la discusión del tema y con el desarrollo de proyectos fotográficos al respecto.

En septiembre de 2008, la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM me aceptó para realizar estudios de maestría. Lamentablemente entre la planta docente de la Academia de San Carlos no hallé con quien discutir este tema de la fotopoesía, sin embargo, la presencia de la mejor investigadora en arte contemporáneo, de nombre Laura González Flores, autora del libro Fotografía y pintura ¿dos medios diferentes?, y que trabaja como investigadora de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la misma UNAM,  me alentó para desarrollar el tema de una manera lúdica e intelectual. Así, pasamos a revisar los posibles vasos comunicantes entre la fotografía y la poesía desde la filosofía, desde el lenguaje y desde las vanguardias estéticas.

La imagen que publico en esta entrada es la portada de la tesis de maestría que elaboré bajo la tutoría de Laura González Flores durante estos años, en esa publicación se concentra toda una investigación sobre la poiesis, sobre el lenguaje poético, sobre los aforismos griegos y latinos que comparaban a las artes visuales con la poesía, sobre las vanguardias como el dadaísmo y el surrealismo, y además las tendencias contemporáneas que amalgaman a la poesía con los recursos multimedia.

Agradezco a Laura González Flores, Mónica Márquez, Oscar Palancares, Juan Bautista Morán, Francisco de León y a Juan Manuel Vázquez Soriano por las asesorías, discusiones, reflexiones y comentarios sobre este trabajo. A todos ellos y a mi familia va dedicada esta tesis, que representa el cierre de un ciclo.

Gracias!!!

Arturo Ávila Cano

21 agosto, 2011

Fotoseptiembre 2011

En esta ocasión, y tras varios meses de no publicar una entrada en esta querida bitácora, renuevo el trabajo editorial en esta mi casa virtual y lo hago por dos motivos: El primero es darles la bienvenida a este semestre de fotografía digital, en donde reflexionaremos sobre el quehacer fotográfico contemporánedo, además de llevar a cabo diversas prácticas. En segundo lugar, para invitarles a la exposición que con motivo de Fotoseptiembre 2011 tendrá lugar en Casa de Cultura de Azcapotzalco, con obra de amigos de Colombia, España y México.

Por iniciativa de Mónica, trabajamos visualmente este tema de la Memoria y el Olvido, y nuestro abordaje fue tanto poético como prosaico. En nuestra propuesta fotográfica coexisten las fotografías surrealistas con imágenes directas de índole poética.

El cartel que publico es obra de nuestra compañera Ana Cecilia Flores, gran diseñadora gráfica egresada de la Iberoamericana.

Espero verlos por allá el día de la inauguración, compartir charla, vino y fotos, además de darles un buen abrazo.



29 mayo, 2011

Pequeño homenaje a Sábato



Ha pasado tiempo desde el lamentable fallecimiento del escritor Ernesto Sábato, cuya obra sigue siendo fundamental para mi. De cuando en cuando regreso al Túnel, a Sobre Héroes y Tumbas para extraer notas, párrafos, frases. El informe sobre ciegos, que forma parte del último libro que cité, formó parte de una investigación que hice en la maestría en Artes Visuales. Aún recuerdo la cara de asombro de mis compañeros cuando les iba narrando la terrible historia que encierra ese pasaje literario lleno de alegorías y metáforas sobre un personaje absurdo y desquiciado.

Para mi ha sido un golpe personal la muerte de este autor, así como lo fue en su momento la de Benedetti y la de José Saramago. Siento que me estoy quedando sin autores, y sin embargo, gracias a  mi mejor amigo, he conocido la narrativa de otro gran escritor argentino llamado Tomás Eloy Martínez.

Hoy, con este fotomontaje, le rindo un pequeño homenaje a mi admirado y querido escritor. Sábato estuvo del lado de aquellos que sufrieron injusticias, le preocupaba el estado actual del mundo y de la juventud. Fue un humanista. Descanse en paz, Ernesto Sábato.

05 abril, 2011

El centro es más digno gracias a ellos


La hermosa plaza que lleva al Museo Nacional del Arte y al Palacio de Minería se ha transformado en un sitio para el arte visual y sonoro. En ella, trabaja mi buen amigo David Cerón sus obras en tiza y carbón. Los transeuntes paran un momento su carrera cotidiana para observarlo, y también aprestan un tiempo para escuchar esa melancolía que sale de la inspiración del Vampire, músico que lleva años deambulando por las calles del Centro Histórico de la ciudad de México. Si esta ciudad es más digna y humana se la debemos a estos personajes que toman por asalto las calles para ofrendarnos cultura y no a los estúpidos politiquillos que se dicen de izquierda. He dicho.

13 marzo, 2011

Mi Virgen de la Amargura

Muchas de las imágenes de esta bitácora han surgido de la poética de Joaquín Sabina. En su más reciente producción Vinagre y Rosas, el dioni nos entrega otra pieza de aquellas que estremecen los sentidos hasta llegar a regiones inexploradas del alma.


Cada que escucho a la Virgen de la Amargura me llegan ecos de sitios de rompe y rasga, de madrugadas en solitario, de hielos en vasos largos, de risotadas ajenas y odiosas, de olores etílicos y de gente que mira sin ver. Esta imagen es mi Virgen de la Amargura. A veces, de madrugada, escucho su llanto, su súplica, sus llamados a esos hijos que la hemos abandonado.
Para tenerla cerca, una madrugada desprendí del muro de un sitio conocido esta imagen, y me la lleve hasta la casa, donde todos los días me aguarda su tenaz mirada.

10 febrero, 2011

Little Dada ride again, and again, and again

Para mi amada Mónica y mi buen amigo Juan Bautista Morán

En el libro sobre el Dadá, que escribiera Dietmar Elger para Taschen se afirma que entre la lista de mitos que circulan sobre el término, existe uno que indica que esta palabra pequeña y sugestiva, que se convirtió en el estandarte de uno de los movimientos estéticos más fascinantes del siglo XX, significa en francés "caballito de madera". He aqui al caballo aludido en un muro de la ciudad de México con un grafitti surrealista. A ese pequeño caballo lo vi por primera vez en Guanajuato, después cabalgó por tierras lejanas y años después lo reencontré en Coyoacán. Ahora está inmortalizado en esta pa´gina electrónica. Dadá me acompañará desde hoy, y hasta que esto se acabe.






20 enero, 2011

De viaje por el sureste


Texto y fotos: Arturo Ávila Cano

El último mes del año pasado, mi amada Mónica y yo emprendimos un viaje por el sureste mexicano. Mis primos Ana y Jorge nos prestaron su casa en Mérida para hospedarnos, mientras ellos pasaban las fiestas decembrinas en la ciudad de México. 
En esta ocasión tuvimos la oportunidad de convivir con mi estimado primo-hermano José Alfredo Cano y con su hermosa familia. Mi primo Gerardo, su esposa Noemi, y su pequeña hija, que también andaban de viaje por Mérida, se unieron a la reunión. No recuerdo aún la última vez que había estado con ambos, pero fue muy grato reencontrarse con ellos. 



Durante muchos años amigos, primos y hermanos hemos viajado a la penísula. Cada que arribábamos a Mérida, el primo Pepe, zorro del desierto, ya nos tenía todo un itinerario. Grutas, cenotes, ciudades mayas perdidas en la selva y haciendas abandonadas fueron parte de nuestros recorridos habituales. Gran parte de esos viajes los hicimos en un viejo volkswagen que le robábamos a mi tío. Saliamos muy temprano y llégamos bastante tarde, sin embargo, el viejo vocho aguantó todos los rigores del clima y del camino.
Ahora, muchas zonas que en el pasado recorrimos gracias a Pepe, ya pueden ser visitadas por muchos turistas.
La memoria suele albergar solo algunos de los tantos sitios que visitamos. Cada que regreso a Mérida procuro recorrerlos de nuevo. 
En esta ocasión deseba recorrer con Mónica la zona arqueológica de Mayapan. A esa pequeña ciudad llegué hace diez años con gran parte de la familia. Recuerdo que a mi tío José Gerardo, que entonces estaba utilizando un bastón por cierta molestia en la pierna, lo confudieron con un arqueólogo y lo dejaron entrar en coche hasta las primeras pirámides. La gente lo observaba y le ofrecía respeto a ese gran cínico que es mi estimado tio.




Desde entonces no regresaba a Mayapan. En aquella ocasión capté escenas del lugar con mi cámara mecánica y utilicé película de diapositiva, algo tan remoto que ya nadie se acuerda de ello. Este diciembre, acompañado de la mujer de mi vida, regresé a Mayapan para culminar el año de una manera soberbia. 
Mayapan es una ciudad maya del postclásico. Posee la peculiaridad de tener un enorme parecido con la mítica Chichen Itzá, ya que cuenta con un pirámide principal que se asemeja a la de Kukulkán, la serpiente emplumada, y un pequeño edificio que funcionaba como observatorio, además de otros edificios importantes como una pequeña acrópolis y otros que funcionaban para los ritos sacerdotales y el gobierno de la ciudad. Cada que visito esos sitios me preguntó el por qué no decidí estudiar arqueología. Esa es una de mis aspiraciones.



En fin...
Mérida me volvió a seducir y creo que en esta ocasión me pegó más que de costumbre. La compañía de Mónica, los reencuentros familiares y la posibilidad de hacer vida familiar y profesional en esa hermosa y añeja ciudad me llenaron de nostalgia cuando abordamos el avión de regreso. 
Ahora les comparto algunas de las imágenes  de ese viaje, el cual dividiré en varias entradas dada la cantidad de fotos.

18 enero, 2011

En búsqueda de la poética fotográfica

Inicio el 2011 publicando en esta bitácora una de las imágenes con las que concluí mi estancia en la Academia de San Carlos de la UNAM. Ahora estoy en la etapa de pretitulación, concluyendo la investigación teórica a la que sólo falta agregarle un análisis iconógrafico sobre las imágenes del artista visual madrileno, Juan Baustista Morán, y que estará basado en los postulados del historiador  alemán Aby Warbug.
Este año es fundamental para mi. La tesis que estoy por concluir cerrará mi etapa en San Carlos y me permitirá abrir otra faceta en la investigación teórica sobre la imagen fotográfica.



Asimismo, estamos proyectando nuevas exposiciones con gran parte de las personas que nos han acompañado en el tema de la fotopoesía y con algunos nuevos amigos que se han incorporado a este escenario visual.

Existen otros proyectos de vida que iré comentando en cuanto se cumplan.

Por hoy, despue´s de meses de no publicar en la bitácora, quiero decir que los últimos meses del año pasado fueron duros, demandantes. A la grave enfermedad que padeció mi padre, misma que lo llevó al quirófano de la clínica 48, se agregaron ciertas discrepancias en el trabajo, la decepción y el desengaño de ciertas amistades cuyo nombre ni vale la pena mencionar. Los líos con el hermano de mi madre, un invidente, tosudo, necio y estúpido sin par, fragmentaron la frágil relación con algunos miembros de mi familia.

También hubo recompensas, tras meses de enclaustramiento me tocó presenciar el examen de grado de mi amada Mónica. En el tiempo en que llevamos juntos, he visto el crecimiento intelectual de esta mujer a la que admiro por su tenacidad y talento.

Tras esos acontecimientos, y cansado del ambiente laboral y de las festividades navideñas en la ciudad de México, decidimos huir para el sureste del país.

Ese viaje, que me permitió convivir con gente que amo y extraño, fue una invitación no sólo para evadirse sino para pensar en otra forma de vida, en otro proyecto, del cual les hablaré en su debido momento, mientras tanto, les dejo esta imagen.

Les deseo un gran 2011 a todos, de parte de mi amada Mónica y de este sujeto impresentable.


Arturo Ávila Cano