25 julio, 2009

Hasta Pronto

Para Mónica Márquez, luz primigenia





No siempre se tiene tiempo para escribir, ni siempre se tienen motivos para hacerlo. O bien, ocurre lo contrario, hay tanto motivos y tanto por hacer, que postergarmos la escritura para algún momento...Lo mismo pasa con la fotografía.

Al finalizar el segundo semestre de la maestría en Artes Visuales me di un respiro y me dediqué a vivir. Guardé la cámara, la bicicleta de montaña y otros menesteres que formaban parte de mis hábitos, de mis rutinas.

Estos últimos meses me he dedicado a vivir delante del objetivo, me he dedicado a ser el protagonista de historias que antes captaba detrás de una cámara.

La ciudad de México se ha resignificado para mi. Abandoné el miserable papel de un solitario peatón de las grandes urbes. Ahora, a su lado, somos dos en la ciudad.

Estas imágenes que ahora publico, representan dos momentos especiales de un mismo sitio que he visitado con mi amada Mónica Márquez, quien me ha rescatado de una vida rutinaria en la que había caído desde hace tiempo.

Un domingo del mes de julio subimos a la altura del Ángel de la Independencia. Recorrimos los 163 escalones de la columna y desde alli apreciamos parte de la milenaria urbe. Pese a vivir en esta ciudad jamás había tenido la oportunidad de ascender a dicho monumento.

Me siento muy afortunado por esta oportunidad. Si es verdad que la vida da revanchas, yo le estoy quedando a deber, pues me puso enfrente a la mujer que debí haber conocido desde hacia tiempo.

El próximo lunes saldré de viaje con ella. Visitaremos la ciudad de Mérida donde conoceremos sitios milenarios, nadaremos en cristalinos cenotes y visitaremos a parte de la familia que habita en ese bello estado de la república. Así que hasta entonces.