20 enero, 2011

De viaje por el sureste


Texto y fotos: Arturo Ávila Cano

El último mes del año pasado, mi amada Mónica y yo emprendimos un viaje por el sureste mexicano. Mis primos Ana y Jorge nos prestaron su casa en Mérida para hospedarnos, mientras ellos pasaban las fiestas decembrinas en la ciudad de México. 
En esta ocasión tuvimos la oportunidad de convivir con mi estimado primo-hermano José Alfredo Cano y con su hermosa familia. Mi primo Gerardo, su esposa Noemi, y su pequeña hija, que también andaban de viaje por Mérida, se unieron a la reunión. No recuerdo aún la última vez que había estado con ambos, pero fue muy grato reencontrarse con ellos. 



Durante muchos años amigos, primos y hermanos hemos viajado a la penísula. Cada que arribábamos a Mérida, el primo Pepe, zorro del desierto, ya nos tenía todo un itinerario. Grutas, cenotes, ciudades mayas perdidas en la selva y haciendas abandonadas fueron parte de nuestros recorridos habituales. Gran parte de esos viajes los hicimos en un viejo volkswagen que le robábamos a mi tío. Saliamos muy temprano y llégamos bastante tarde, sin embargo, el viejo vocho aguantó todos los rigores del clima y del camino.
Ahora, muchas zonas que en el pasado recorrimos gracias a Pepe, ya pueden ser visitadas por muchos turistas.
La memoria suele albergar solo algunos de los tantos sitios que visitamos. Cada que regreso a Mérida procuro recorrerlos de nuevo. 
En esta ocasión deseba recorrer con Mónica la zona arqueológica de Mayapan. A esa pequeña ciudad llegué hace diez años con gran parte de la familia. Recuerdo que a mi tío José Gerardo, que entonces estaba utilizando un bastón por cierta molestia en la pierna, lo confudieron con un arqueólogo y lo dejaron entrar en coche hasta las primeras pirámides. La gente lo observaba y le ofrecía respeto a ese gran cínico que es mi estimado tio.




Desde entonces no regresaba a Mayapan. En aquella ocasión capté escenas del lugar con mi cámara mecánica y utilicé película de diapositiva, algo tan remoto que ya nadie se acuerda de ello. Este diciembre, acompañado de la mujer de mi vida, regresé a Mayapan para culminar el año de una manera soberbia. 
Mayapan es una ciudad maya del postclásico. Posee la peculiaridad de tener un enorme parecido con la mítica Chichen Itzá, ya que cuenta con un pirámide principal que se asemeja a la de Kukulkán, la serpiente emplumada, y un pequeño edificio que funcionaba como observatorio, además de otros edificios importantes como una pequeña acrópolis y otros que funcionaban para los ritos sacerdotales y el gobierno de la ciudad. Cada que visito esos sitios me preguntó el por qué no decidí estudiar arqueología. Esa es una de mis aspiraciones.



En fin...
Mérida me volvió a seducir y creo que en esta ocasión me pegó más que de costumbre. La compañía de Mónica, los reencuentros familiares y la posibilidad de hacer vida familiar y profesional en esa hermosa y añeja ciudad me llenaron de nostalgia cuando abordamos el avión de regreso. 
Ahora les comparto algunas de las imágenes  de ese viaje, el cual dividiré en varias entradas dada la cantidad de fotos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre es un placer contemplar tus fotografías,así como tus crónicas de viaje. Al encontrarme yo en constantes viajes me resulta complicado estar en contacto con quienes compartí proyectos, y por qué no decirlo, perspectivas sobre el futuro. Celebro tus reencuentros con aquellos míticos lugares, así como tu afán de celebrar la vida.

Un abrazo.

Arturo Ávila Cano dijo...

Gracias mi estimado Alex, paso a su espacio para dejarle un comentario que no será nada guarro ni escatológico jajaja.