19 abril, 2007

Abandono



Foto: Arturo Ávila Cano, año 2006

Este viejo, desvencijado y solitario banco permanece como mudo testigo del abandono que sufren la mayor parte de los parques públicos. Símbolo de una rutina añeja, olvidada.

Hoy las tiendas comerciales son los sitios de reunión de los jóvenes, de las familias, de los amantes.

Las plazas han sido abandonadas a su suerte; habitadas por estatuas de personajes olvidados; sólo los pájaros persisten en sus hábitos: comen, pasean y cagan en los parques, algunos viejos se asoman tímidamente, se sientan un rato y platican, solos o con algún otro viejo que busca compañía en esas plazas públicas. Algún borracho o teporocho hace del parque su sitio de reunión, su cantina particular, se embriaga entre los matorrales, mea el pasto, vomita los adoquines.

Sólo los jardineros, empleados gubernamentales, cuidan esos sitios olvidados, que a casi nadie le interesan.

7 comentarios:

Osselin dijo...

Buen lugar para una cacería fotográfica a fondo.

victor elizondo dijo...

Hola profe ya termine si me pudiera revisar se lo agradecere de antemano gracias, nos vemos en el salón

Ana dijo...

Hola Arturo, paso por aquí para saludarte y para agradecer tu visita y amabilidad.
Tus fotos son magníficas realmente.
Espero que nos sigamos frecuentando :)

Luix dijo...

Es verdad...

Luis Vence dijo...

Ya sabes que me encanta lo ruinoso y olvidado.
Esta fotografía, además de ser técnicamente muy buena, está llena de poesía y de emoción. Me encanta, Arturo. Un Abrazo.

Arturo Ávila Cano dijo...

Gracias a Angeldreams, y a mis estimados amigos Luis Vence, Luis Pérez Arce y José Fábrega (Osselin) por sus amables comentarios hacia esta imagen.

La Insomne dijo...

¿El romanticismo se ha perdido o se ha transformado?
Así como los enamorados no pasean más por los parques hemos perdido tantas y tantas costumbres románticas. Pareciera absurdo pero hasta el "chisme de lavadero", esa práctica romántica entre la ropa, el tallado y la socialización de las personas.
Ya no somos tan cercanos y cuando tenemos tiempo parecemos ausentes.
La ciudad de llena de zombies y nadi le sonrie a las bancas que esperan solitarias a ser nuevamente partícipes de declaraciones indecorosas, pláticas íntimas y pudores públicos.