

Hace algunos meses conocí a la tía abuela de mi mujer. La tía Chona vivía en una ranchería de Guanajuato. Hoy nos enteramos de su muerte. Capté su imagen en una visita que realizamos a Rancho Nuevo. Esa misma imagen la utilicé para crear una composición que titulé Compadritos Muertos; la nombré así porque al estar trabajando en ella recordé un poema de Borges. Vano intento. Ahora que aprecio esa imagen me remite más a las historias de Juan Rulfo; historias de muertos y de tragedias.
No puedo dejar de pensar en esa mujer que pese a estar ciega trataba de captar con las manos lo que la vista le negaba. "Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos", cantaría Hiudobro.
Chona era valiente, como yo jamás lo seré. Aún recuerdo su voz pausada, sus suaves palabras, llenas de memorias y de venturas para los prójimos y los extraños. La próxima vez que vaya a Rancho Nuevo visitaré su tumba, y le agradeceré por su tiempo y sus palabras... y por regalarme esta imagen.
También recuerdo al Tío Elías, que siempre atendía las Gacetas de la UNAM que mi suegra le llevaba para que leyera las notas de su ahijada, que es mi mujer. Eso me daba cierto orgullo, un hombre de escasas letras que leía con avidez todas las notas de Verónica.
Los dos se han ido. Hasta luego a ambos.