
Foto: Arturo Ávila Cano, año 2006
Este viejo, desvencijado y solitario banco permanece como mudo testigo del abandono que sufren la mayor parte de los parques públicos. Símbolo de una rutina añeja, olvidada.
Hoy las tiendas comerciales son los sitios de reunión de los jóvenes, de las familias, de los amantes.
Las plazas han sido abandonadas a su suerte; habitadas por estatuas de personajes olvidados; sólo los pájaros persisten en sus hábitos: comen, pasean y cagan en los parques, algunos viejos se asoman tímidamente, se sientan un rato y platican, solos o con algún otro viejo que busca compañía en esas plazas públicas. Algún borracho o teporocho hace del parque su sitio de reunión, su cantina particular, se embriaga entre los matorrales, mea el pasto, vomita los adoquines.
Sólo los jardineros, empleados gubernamentales, cuidan esos sitios olvidados, que a casi nadie le interesan.